martes, 19 de abril de 2011

Periodista de combate

17 de abril de 2011

Suplemento Domingo de La República


Acaba de aparecer el documental La Cantuta en la Boca del Diablo, que recoge la investigación realizada por Edmundo Cruz, periodista de esta casa, en el esclarecimiento de los crímenes a un profesor y nueve estudiantes de esa universidad. Aquí habla de su trayectoria política en la izquierda peruana y de cómo fue migrando del periodismo partidario al periodismo de investigación. 

Por Raúl Mendoza

La política y el periodismo se han mezclado siempre en la vida de Edmundo Cruz. Durante su juventud fue un importante dirigente del Partido Comunista Peruano de tendencia moscovita, pero también eficaz director de Unidad, la publicación del partido en la que la ‘línea’ era de agitación y propaganda. Eran los años 60, épocas del triunfo de la revolución cubana y de cambios en América Latina. Desde entonces lo acompaña una forma de encarar el periodismo que él describe como “trabajar al filo de la navaja”.


Es decir, la costumbre de enfrentar al sistema le viene de sus épocas militantes. Quince años estuvo ligado al PCP y a Unidad. Además de hacer política partidaria, en ese lapso fue colaborador, reportero y finalmente director del vocero izquierdista. Según sus palabras, entró al PCP más por emoción social que por adhesión teórica marxista, y una vez adentro llegó y se quedó en el periodismo casi por selección natural.


“Como reportero de Unidad viajé por todo el Perú y el mundo. Ahí donde había un incendio social, yo iba a reportear. Estuve en las grandes huelgas mineras, en las protestas de Arequipa o cuando Víctor Raúl Haya de la Torre fue expulsado del Cusco. Estuve también en los países de la órbita de la Unión Soviética, y muchos otros de Sudamérica”, recuerda. Ya entonces –como ocurrió después durante el fujimorato– los organismos de seguridad le seguían los pasos. Muchas veces acabó en la Prefectura o en Seguridad del Estado.


Edmundo hacía periodismo de opinión, de posición partidaria, de combate. Y debió vacunarse obligatoriamente contra el miedo cuando la policía lo buscaba. Como parte de esa labor también aprendió lecciones que le servirían para su trabajo posterior. Por ejemplo, que hacer periodismo para una organización política es sesgado y que usualmente la verdad se supedita a la línea del partido. “A pesar de ello, ahí descubrí lo que significa la independencia y me curé del dogmatismo”.


Esas dudas y dilemas las procesó durante un tiempo y decidió romper con el partido en 1974, cuando el país era manejado por un gobierno militar. Edmundo llegó a ser un dirigente de peso nacional en el PCP y hombre cercano a Jorge del Prado, líder histórico de la organización. No obstante, la ruptura fue radical. “Por ejemplo, veíamos el gobierno militar de forma diferente. Yo pensaba que tenía matices, que estaba tirado a la izquierda, y ellos no. Me di cuenta de la dependencia que tenían de Moscú o China”, cuenta.


También influyó en su alejamiento el hecho de que las prioridades fueran más ideológicas que basadas en la realidad concreta. “Los mineros marchaban hacia Lima por sus reivindicaciones y el partido que, se suponía, era la vanguardia de las clases populares discutía el viaje del secretario general al Congreso de China. Los mineros eran el último punto de agenda. Entonces me di cuenta de que le estaba dando demasiado al partido y los dirigentes no”. Edmundo se alejó definitivamente de la militancia y cerca de los cuarenta debió replantearse qué hacer.


Docente y periodista


Fue entonces que empezó una nueva etapa ligado a la docencia y a la prensa laboral. “Trabajé como asesor de prensa de la Federación Bancaria, del sindicato telefónico, de la Federación Luz y Fuerza. Editaba las revistas de estas instituciones y me iba bien”, contó hace años a la revista Quehacer. También enseñó periodismo en la escuela Jaime Bausate y Mesa por más de una década y ahí llegó a ser director académico. Justamente aquí conoció a Ricardo Uceda, quien fue su alumno y lo invitó a trabajar con él en un diario de nombre La Razón. “Fue la oportunidad de pasar al periodismo masivo, aunque esa experiencia solo duró 39 días”, cuenta.


No obstante, Uceda lo volvería a llamar cuando llegó a la revista Sí. Recién entonces, con más de 50 años, Edmundo Cruz incursionó en el periodismo de investigación, cubriendo fuentes militares. De esas épocas se recuerda mucho la investigación sobre el crimen de La Cantuta, que tuvo a Edmundo, a José Arrieta y a Ricardo Uceda como los principales impulsores, por todo el impacto mediático que tuvo y porque llegó a identificar al grupo Colina. Pero hubo otras investigaciones: Edmundo recuerda que en 1991 fueron los primeros en dar a conocer escaramuzas entre Perú y Ecuador en una zona de frontera.


Un hito fronterizo había sido movido del lado ecuatoriano y había peligro de conflicto. Al final, el tema se arregló a nivel diplomático con el llamado “pacto de caballeros”, pero el caso sirvió para llamar la atención sobre la superioridad aérea ecuatoriana, algo que quedó probado en el conflicto de 1995.


“Recuerdo también una investigación sobre un funcionario de la embajada de EEUU que le vendió secretos militares peruanos a Ecuador. Lo vimos en un cable, averiguamos quién era con fuentes militares y diplomáticas –se llamaba Frederick Hamilton–, y conseguimos una fotografía suya que pusimos en portada. Para identificarlo llevamos varias fotografías a una fuente militar y nos dijo: este es”. Edmundo recuerda su paso por Sí porque fue una revista que le dio mucha importancia al periodismo de investigación.


Más tarde, con una credibilidad ganada a pulso y una destacada carrera periodística, llegaría a La República. Aquí también hizo destapes de gran impacto:el Plan Bermuda, que tenía como objetivo asesinar al periodista César Hildebrantd y otros periodistas de oposición; el respaldo que las fuerzas armadas daban a Alberto Fujimori para su re-reelección en el 2000 con el ‘caso Vladipolos’; o el túnel que se construyó bajo la embajada japonesa cuando fue tomada por el MRTA.


En todo este tiempo Edmundo ha mantenido un proverbial perfil bajo y una acuciosidad intachable. Es de los periodistas que no publica algo de lo que tenga una ligera duda, de los que consigue todos los documentos y las fotos necesarias, y de los que se toma el tiempo que hace falta para no dejar cabos sueltos. Es también un hombre que siempre ha tenido el corazón a la izquierda y que, a los 73 años, no deja de trabajar al filo de la navaja.


LAS DISTINCIONES


Edmundo Cruz ganó en 1998 el premio María Moors Cabot, que otorga la Universidad de Columbia, en reconocimiento “al periodismo excepcional y el compromiso” en la carrera de un periodista. Con él fueron premiados ese año Jesús Blancornelas (con él en la foto), director de la revista mexicana Zeta, amenazada por el narcotráfico, y Andrés Openheimmer, periodista argentino que ha publicado libros sobre temas relevantes en América Latina. Otros periodistas peruanos que han ganado el premio son Gustavo Gorriti (1992) y Ricardo Uceda (2000). Edmundo Cruz también ha sido distinguido con el Premio Nacional de Derechos Humanos 2004.  

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