viernes, 8 de abril de 2011

El trotamundos

La República

04 de abril de 2010

Homenaje a Manuel Jesús Orbegozo.  


Tan intensos fueron sus viajes como enviado especial que Manuel Jesús Orbegozo tiene todavía mucho que contar de sus mil y una travesías de reportero. Por lo pronto, acaba de terminar sus memorias y tiene listo un poemario. Para más adelante anuncia dos libros con las fotografías que capturó en cinco continentes en medio de guerras o detrás de celebridades. Aquí la singular trayectoria profesional del incansable MJO.

Por: Raúl Mendoza

En cincuenta años de periodismo dio varias vueltas a la Tierra, fue testigo de revoluciones, vio caer gobiernos, entrevistó a líderes históricos, estuvo a punto de morir y fue el autor de historias que se convirtieron en primicias mundiales. Manuel Jesús Orbegozo fue corresponsal de guerra en los conflictos más cruentos que se desataron en el último medio siglo y un cronista que siempre buscó contar los hechos de primera mano. 


Hace seis años se alejó de las redacciones, pero continúa siendo un referente del periodismo que se zambulle en los acontecimientos para relatarlos con rigor escrupuloso. El día que conversamos, disparó sin grandilocuencia: “Llegué al periodismo de casualidad”. Era profesor y publicaba poemas en un diario de Trujillo, hasta que escribió una denuncia que logró su cometido. Entonces se hizo periodista.


MJO –así firmaba sus artículos– posee un récord en el periodismo local: el más alto kilometraje acumulado en viajes por los cinco continentes. Ha llegado a países remotos, que se incendiaban en guerras incomprendidas y que él quería explicar a sus lectores. Su primera gran cobertura fue la guerra de Biafra, en Nigeria, a donde llegó en 1968. Allí empezaría su labor de reportero trotamundos. “Hasta entonces solo había viajado por Sudamérica y dentro del Perú”, cuenta de esa etapa de su vida que duró 25 años y lo convirtió en el típico “enviado especial” que anda a la caza de una primicia.


Desde mucho antes Orbegozo escribía crónicas, entrevistas, reportajes o relatos en primera persona. “No importa el género, lo que siempre debe haber es el tono coloquial”, dice ahora, explicando la llegada que tenía en los lectores de La Crónica o El Comercio. Con una cámara Mamiya colgando del hombro, una libreta de notas, una grabadora enorme y un  pasaporte lleno de sellos, MJO se fue por el mundo: cubrió desde la guerra de Vietnam hasta los bombardeos que destruyeron Beirut, estuvo en Etiopía y en Afganistán, llegó al Sahara y descubrió China, caminó por las calles de Belfast ensangrentada y escribió despachos sobre la primera guerra del Golfo Pérsico; su último viaje periodístico.


De esos periplos han quedado historias como la de Mbare, la chica del consulado de Luanda, en Angola, con quien MJO se casó para que ella  le diera una visa de ingreso al Congo. Allí, en 1987, iban a enjuiciar y sentenciar a muerte al dictador Jean-Bedel Bokasa. “Si no me daban la visa ese día, ya no me la daban en una semana. Y me perdía el juicio. Ella me preguntó cómo era el Perú y después me propuso casarse conmigo a cambio de la visa. Acepté y después de la ceremonia fuimos a recoger mi pasaporte. Como ya estaba visado, le pedí que me esperara mientras yo iba a mi hotel a recoger mis cosas. De allí nomás salí al aeropuerto y volé al Congo. La dejé”, cuenta nostálgico.


Historias en África MJO tiene muchas. Una vez en el Chad se libró de la cárcel gracias a una foto. Lo habían detenido por no tener visa y después de alegar largo rato que era sociólogo, le mostró al oficial una imagen en la que él estaba junto a Pelé, el rey del fútbol. ¡Pelé!, fue todo lo que dijo el militar y lo soltó. También hay recuerdos tristes de este continente. El más doloroso fue durante la sequía que asoló Etiopía en la primera mitad de los 80. “Nunca lo voy a olvidar; a diario morían hasta 6 mil personas.


No había comida ni agua. Uno de esos días yo tomé una foto de una mujer a quien un niño se le moría en los brazos. Cuando volteé, un colega mexicano estaba llorando y me dijo: ‘Esto es terrible, me voy de aquí’. Yo me quedé dos días más, pero la tristeza me duró varios años”.

Las personas   



Alguna vez MJO explicó que lo mejor de los lugares visitados era conocer a la gente, su cultura, sus tragedias. Pasó noches con los saharahui en las arenas del desierto y también deambuló por los calles de una Calcuta, sobre la cual escribió lo siguiente: “Cuando abrí el portón de mi hotel de pobres para salir a la calle, me di de golpe con una espectáculo desesperante (…) la gente que llenaba la calle no había dormido allí porque la noche la hubiera sorprendido, sino que vivía allí día y noche, la calle era su casa, su sala, su comedor, la calle era su cocina y hasta su WC”.


En su andar periodístico también acumula anécdotas con líderes mundiales, escritores famosos y luminarias de todo tipo. Entrevistó a Pol Pot, el líder camboyano jefe de los jemeres rojos y responsable de la muerte de casi un millón de sus compatriotas, días antes de que fuera derrocado en 1979. El dictador respondió sin convicción a las preguntas, pero cuando Orbegozo ya se iba le regaló dos jarrones de laca roja que el periodista conserva aún sobre la chimenea de su casa en Miraflores.


MJO pasó una semana siguiendo a Ernest Hemingway en Cabo Blanco, allá por los años 50, cuando el escritor llegó para la filmación de “El viejo y el mar”. También entrevistó a Jorge Luis Borges, a quien acompañó una tarde desde la librería de Juan Mejía Baca en la calle Huérfanos hasta el Hotel Bolívar, donde el argentino se hospedaba. “Fue por los años 60, no recuerdo bien”, dice Manuel Jesús. Otra entrevista memorable fue la que le hizo a Gabriel García Márquez, horas después de que este recibiera el Nobel en Estocolmo. Recuerda que lo acompañó a cobrar el cheque del premio, pero de eso no hay fotografía. A Neruda lo entrevistó gracias a los buenos oficios de Germán Carnero Roque, un periodista de filiación comunista como el poeta chileno. 


Otro recuerdo recurrente es su intercambio de palabras con la Madre Teresa de Calcuta, a quien le preguntó: “¿Madre, lleva usted dinero en su bolso?”. La religiosa contestó que no, algo contrariada. Y acto seguido abrió su bolso para mostrar que ahí solo había un misal y un rosario. “¿Me regala el rosario?”, dijo el periodista casi sin esperanza. Después de alegar un poco, ella se lo entregó sonriendo. “Para que reces”.

Final del viaje



De sus viajes le han quedado una docena de pasaportes con las hojas selladas, decenas de tenedores que se llevó de los aviones en que viajó, souvenirs de los países y los entrevistados, miles de fotos y tres emergencias –una infección urinaria en Grecia, un cólico biliar en Tailandia y una arritmia cardíaca en Bolivia–. “Testigo de su tiempo” es la historia de sus viajes resumida en dos tomos.


Jubilado del periodismo y de la docencia, Manuel Jesús Orbegozo no ha dejado de escribir: ya terminó sus memorias; tiene poemas ordenados en un libro y está en tratativas para publicar otros dos volúmenes con las fotos que recogió en el mundo. “Hoy ya no se puede hacer este periodismo; las empresas no quieren gastar en enviados especiales, y los avances tecnológicos te ponen la noticia y las imágenes al instante en cualquier lugar del mundo. Lo que hice yo es algo que no se repetirá”.

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