lunes, 14 de febrero de 2011

Nuestro hombre en L.A.



Fuente: El Comercio

EL ENLACE LATINO CON HOLLYWOOD

PEPE LUDMIR empezó en 1951 una rutina anual, narrarnos la ceremonia del Óscar con tanta solvencia que se convirtió en una suerte de embajador en Los Ángeles. Murió hace 15 años, el 12 de febrero de 1996, cuando lo iba a narrar en vivo por primera vez

Por: Fernando Vivas
Lunes 14 de Febrero del 2011

Era el único peruano que llevaba encima el polvo de las estrellas –John Wayne o Liz Taylor le decían ‘hello, Pepe’– y uno no podía resistirse a su voz, su portentosa voz, tan afable, casi edulcorada y, sin embargo, con tal autoridad que se acataba como si fuera la del Gran Hermano. Si hubiera prestado su voz a un tirano el resultado hubiera sido diabólico.

Pero Pepe Ludmir me provocaba sentimientos encontrados porque no lo asociaba a mi cinefilia de enciclopedia, más pendiente de la filmografía de los directores del ‘cinema d’auteur’ que de los estrenos que él promocionaba. Porque don Pepe era, ¿es posible esta comparación?, el Brunito Pinasco de su era, pero a escala latinoamericana, con sede compartida entre Los Ángeles y Lima y no solo con derecho a ponerse al lado de la alfombra roja a gritar a los nominados para que se apiaden de un pobre periodista peruano respondiéndole dos preguntitas, sino a caminar sobre ella, orondo y seguro de sí, como si fuera uno más de entre los grandes.

Me saqué, en parte, la espina, cuando lo conocí en 1995 y, lo que quedaba de ella, cuando sufrí solidariamente viendo a su hijo Bruce, en la unidad móvil de Frecuencia Latina estacionada en las afueras del Schrine Auditorium, sudando al hacer la narración simultánea de la ceremonia. ¿Qué quiero confesar? Que él nunca nos narró el Óscar en vivo pues lo veía en Los Ángeles y a los pocos días viajaba a Lima para narrar un resumen en Panamericana, y yo escribí dando a entender que no estaba interesado en dar ese paso adelante pues perdería su reencuentro anual con el Perú pagado por la tele. Ese cálculo fue muy mezquino de mi parte pues, además de que no tenía elementos para probarlo, no coincidía con el hombre bonachón que luego conocí y con una realidad comercial: la ceremonia era muy larga y cara para las audiencias del Canal 5 primero y del Canal 2 cuando tomó el relevo en 1994. Recién en 1996, Frecuencia Latina decidió lanzarse en vivo, pero el narrador natural acababa de morir y, por cábala, lo reemplazó un psicólogo clínico, su hijo Bruce.

NOMINADAS, LAS DE ANTES

Alrededor del centenario del cine, en 1995, Pepe Ludmir fue homenajeado en la Universidad de Lima, y allí, Isaac león, Ricardo Bedoya, Giancarlo Carbone y yo le hicimos una entrevista para la revista “La Gran Ilusión” (Número 5, 1995). La charla, que citaré de acuerdo a las notas que hice entonces, estuvo dominada por su nostalgia: “Hoy, entre las cinco candidatas encontramos dos mamarrachos. El cine de antes era de lejos mejor que el de ahora”. Le preguntamos por nuestros directores de cabecera, pero, aunque recordaba sus entrevistas con Alfred Hitchcock (“lo veías y era el mismo que presentaba su serie de TV”), William Wyler y Anthony Mann, nos aclaraba que los actores eran siempre los más requeridos y asequibles. Cuando vio que su anécdota más querida, la del dólar que le apostó a Sylvester Stallone a que “Rocky” ganaba como Mejor Película de 1976 (el otro creía que no y tiempo después le pagó la apuesta) no nos impresionaba porque Stallone nos caía mal, terminó en una impresión oscura del Hollywood violentista y anabólico: “Hoy es distinto, anda con guardaespaldas, parece que viviera todo el día en institutos de belleza por como se cuida el cuerpo, Van Damme también, y el otro animal, Steven Seagal, se empecinan en dirigir la cámara, vienen 5 minutos antes de la entrevista, si ven un cambio paran todo”.

Del raje más divertido que amargo pasamos a cierta negrura cuando recordó al notable, elegante y trágico George Sanders: “Fue una de las cosas más tristes de mi vida. Cuando regresábamos caminando al hotel en Cannes, un chiquillo se le acerca a pedirle un autógrafo y el hombre no se detiene, ni mira al chico, le arranca la libreta y el lapicero y en lugar de devolvérselos, los tira a la vereda”. Y, faltaba más, desembocamos en el irresistible Hollywood Babilonia: “Fui a un festival en Sao Paulo, y de allí nos llevaron al carnaval de Río en tren. Errol Flynn, que estaba en una borrachera del carajo, aprendió el uso de los chisguetes con otros fines, los cortaba y se drogaba”.

Ese es el Pepe Ludmir que quería conocer, de luces y sombras, atisbando lo que estaba escondido bajo la alfombra roja, y no solo el periodista con un ojo en el cine que se formó en la revista “1948” de Genero Carnero Checa antes de ser periodista de espectáculos en El Comercio y el maestro de ceremonias que empezó a narrar el Óscar en 1951 en Radio El Sol y luego en Radio Panamericana, donde además tuvo sus “Charlas de cine”, y saltó a la TV en 1959 en el programa “A Hollywood con Nivea”. En la Panamericana televisiva se hizo conductor, productor y director, descubrió y alentó a muchos y en 1973 fue el primer jefe del longevo “24 horas”. Luego, dejó el estatizado Telecentro para honrar sus ofertas para trabajar en Los Ángeles promocionando estrenos por un lado, y entrevistando para canales de la región, por el otro.

Entre las sombras de Hollywood, la más ominosa, la caza de brujas alentada por McCarthy, la vivió en carne propia: “Carnero Checa era comunista y estaba registrado como tal. Tenía a mi cargo la sección de cine de su revista y eso me afectó. Eran los días en que Chaplin estuvo desterrado y escribí un artículo sobre ese tema. Estuve vetado tres años, hasta 1952 [...] Los agentes de inmigraciones no me dejaron pisar el aeropuerto”.

Centenas de entrevistas de Pepe se han perdido o enmohecen en archivos de canales latinos. Ojalá podamos rescatar varias (la de la vecindad del Chavo es la más visitada de las poquísimas asequibles en la red) para volver a iluminar el cielo de Hollywood y de otras fábricas latinas de sueños.

Imágenes extraídas del site ArkivPerú