domingo, 23 de octubre de 2011

Ricardo Letts, radical a los 74




Fuente La República 
Polémico, exagerado, radical. Ricardo Letts es una de las figuras más recordadas de la izquierda peruana. Sus arrebatos como diputado a inicios de los noventa permanecen en la retina de muchos.
Por Óscar Miranda
Fotos Rocío Orellana
Ricardo Letts nos ha saludado, se ha sentado y de inmediato se ha colgado su propia grabadora bajo el cuello. No confía en los periodistas. En los noventas, gracias a curiosidades como exprimirse las medias mojadas en las puertas de Palacio de Gobierno o escribir en la pared del hemiciclo del Congreso se hizo fama de excéntrico, de “loco”, y parece culpar de ello a la prensa. Esta vez, en el arranque de la charla, apenas me mira. Mira hacia la pared de enfrente, tenso. Solo al cabo de media hora se relajará lo suficiente como para establecer contacto visual. Luego, hasta nos llevará a conocer su huerto y el lugar del cerro donde flamean sus banderas.
La grabadora, sin embargo, seguirá corriendo hasta el instante mismo en que, en la puerta, le decimos adiós.
El ‘Loco’ Letts le decían algunos. No es un apelativo que le agrade. “Es una injuria. Nunca nadie ha podido sostenerse frente a mí y decírmela en la cara”, dice. Al día siguiente de la entrevista, hablamos por teléfono y me confiesa su preocupación por que mi interés por algunos de sus más sonados episodios como político reavive los prejuicios en su contra. “Los fantasmas de hace 25 años han despertado con la aparición de mi libro”, se lamenta.
El libro se llama La ruptura y es el diario íntimo que llevó entre 1959 y 1963 (entre los 21 y 26 años). Recoge solo un pedazo de tiempo de esos 74 años de agitada vida, que vieron persecuciones, deportaciones y cinco intentos de asesinato. En el prólogo, Letts explica que se animó a publicarlo para dar respuesta a una pregunta que le han hecho muchas veces: cómo fue que él, con su particular origen social, político, religioso y familiar, se convirtió en un izquierdista radical.
El camino político
Letts nació en una sociedad de oligarcas pero asegura que su padre, un hacendado aprista, no lo fue. A los 22 años asumió las riendas del fundo familiar. Su vida hasta entonces transcurría entre la playa Waikiki, el Regatas, el fulbito y los bailes con sus amigos, los hijos de los dueños del Perú. “Me di cuenta de que la pobreza de los trabajadores de la hacienda significaba la situación acomodada de mi familia”, dice. Letts, que ya había mostrado inquietudes políticas como dirigente en la Escuela Nacional Agraria y que por entonces leía a Mao y a Marx, decidió entrar  en un partido para hacer la revolución.
Eligió Acción Popular (AP), entre otras razones porque le daban mala espina los comunistas de la época. Entre 1961 y 1965 constituyó el ala izquierda del partido. Hoy muy pocos saben que AP cometió acciones armadas. Letts y otros jóvenes airados volaron un poste telefónico al sur de Lima y estuvieron a punto de tomar la prefectura de Cajamarca cargados de armas y explosivos. Sin embargo, con el tiempo su radicalismo no fue visto con buenos ojos por Fernando Belaunde.
En 1965, con Belaunde como presidente y cuando él era un alto funcionario del gobierno, renunció y fundó, junto con otros jóvenes, Vanguardia Revolucionaria (VR). En VR vivió algunos de los años más intensos de su trayectoria política. Sufrió prisión y fue deportado varias veces. Durante esos años también recibió uno de los mayores golpes de su vida. Su mujer, María Luisa Raygada, murió en un accidente de tránsito, frente a sus propios ojos.
El hacendado
Le pregunto por su etapa como hacendado. En 1981, Letts compró el fundo El Alamein, en Pisco. Trescientas hectáreas en las que sembró olivos e instaló una planta procesadora de aceitunas. ¿No era una incoherencia que un marxista como él, que había defendido y apoyado la Reforma Agraria y la expropiación de las tierras en favor de los campesinos, se hubiese convertido en un hacendado?
Letts sonríe y se toma una de esas pausas que advierten que se abre un capítulo largo en la conversación. A continuación, me explica que él apoyó la reforma porque era un instrumento político para derrotar a la oligarquía. Me dice que en El Alamein constituyó una asamblea en la que los campesinos exponían sus necesidades –aunque siempre estuvo claro que quien gobernaba era él–. Le pregunto si hubiese estado de acuerdo con que el Estado le expropiara su propiedad. Responde que no, aunque luego dice que depende. No es la primera vez que la prensa incide en esta aparente contradicción en su vida, pero hace tiempo que nadie se lo preguntaba.
La izquierda y Sendero
En 1984, Letts fundó, junto con gente como Javier Diez Canseco, Sinesio López y Óscar Ugarte, el Partido Unificado Mariateguista (PUM). Cuando le pregunto qué provocó la crisis de la izquierda, me responde con dos palabras: “dogmatismo” y “sectarismo”. Él hasta hoy se considera una víctima, sobre todo del sector barrantista. Recuerda que Alfonso Barrantes lo dejó con la mano extendida dos veces. “Barrantes. Dogmático y sectario”, dice.
Antes de hablar con Letts, les pedí su opinión sobre él a varios izquierdistas de su generación. Todos subrayaron su integridad, pero más de uno mencionó su condescendencia con Sendero Luminoso. Se lo pregunto y él lo niega, exaltado: “¡Yo no sé de nadie en la izquierda que haya enfrentado más a Sendero que yo!”. Dice que con el comité de autodefensa que organizó en su fundo persiguió varias veces a los subversivos. “Sin embargo, hasta hoy me llaman prosenderista”, se queja.
Un diputado peculiar
Mayo de 1991. La Cámara de Diputados es un caos. El ministro Víctor Malca está hablando pero nadie lo escucha. Fernando Olivera proyecta sus diapositivas sobre las casas de Naplo de Alan García. Los apristas sostienen una pizarra que usarán para la exposición de defensa de su líder. Hay una delegación del Sutep que hace bulla. Letts, harto, se sube sobre una silla y escribe con un plumón sobre la pared del hemiciclo: “La defensa de los derechos humanos es un deber del Estado”. Al verlo, los diputados se callan. El presidente, escandalizado, suspende la sesión. Letts dice que con eso que a muchos les pareció una locura logró evitar que se archivara la acusación constitucional contra García. Y no se arrepiente de haberlo hecho.
Diez días después, cuando acompañaba a la dirigencia de Construcción Civil a presentar un memorial a Fujimori, fue bañado de cabo a rabo por un rochabús. “Se ensañaron contra mí”, recuerda. Curiosamente, Fujimori accedió a recibirlo. Pero, antes de entrar, el diputado decidió sacar el agua de sus zapatos y exprimir sus medias. Lo hizo allí, en la puerta de la Calle Palacio, como si tal cosa. El espectáculo fue el deleite de camarógrafos y reporteros gráficos. La imagen fue repetida incansablemente esa noche y muchas más a lo largo de los siguientes años. Con imágenes como esa en la cabeza, la mayoría de peruanos apoyó el cierre del Congreso y el autogolpe de Fujimori en 1992.
Ricardo Letts siente que todo aquello fue injusto, muy injusto.
Me dice que los prejuicios lo acompañan hasta hoy. Que en el Partido Nacionalista, al que está afiliado, algunos lo acusan de prosenderista. Y que por culpa de los ‘barrantistas’, lo han marginado.
A estas alturas de la charla, cuando ya lo hemos fotografiado junto a las banderas que tiene en el cerro detrás de su casa y estamos por despedirnos, Letts ha perdido la tensión del principio, aunque sigue preocupado. Al día siguiente me dirá por teléfono que espera que no lo malinterpreten. Pero, ahora que nos despide en la puerta, este ateo confeso, que a los 26 años dejó su fe católica, se limita a decirme: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Mi hermano ‘bobby’
Ricardo Letts no quiere profundizar en las razones por las que se enfrió su relación con su hermano Roberto, el magnate minero. Cuando ‘Bobby’ Letts falleció, en abril del 2010, dejó una herencia de cientos de millones de soles a sus familiares más cercanos, excepto a Ricardo y a su sobrino Jaime Bayly. Letts dice que eso no le sorprendió, que fue una manera de castigarlo. ¿Por qué? ¿Qué le hizo? ‘Bobby’ fue el socio capitalista del fundo El Alamein, con un aporte de US$ 150 mil. Letts dice que en cierto momento su hermano le pidió que le devolviera la inversión y que él trató de hacerlo, pero no pudo.
Prefiere no dar detalles del episodio. “Para mí él siempre fue mi queridísimo hermano Roberto”, afirma. Cuando ‘Bobby’ murió, Letts fue al set de Jaime Bayly y le pidió que ofreciera disculpas por la durísima columna que había publicado meses antes sobre su tío. Y Bayly lo hizo.